Pedacito de luna

Recuerdo que, a la edad de 15 años, comencé o mejor dicho, me incorporé al vicio cibernético. En aquel tiempo era la novedad el famoso “Mirc 32”, recuerdo que, era tal el descubrimiento, que me emocionaba estar conociendo gente a través de internet. Chatear y chatear. Me olvidaba de comer, de mi vida social, bueno, hasta del novio. Los desvelos eran intensos, en fin. Fue una grata experiencia y sobre todo que, dicha experiencia se dio en una etapa muy bonita de mi vida, pues, tuve la oportunidad de conocer mucha gente por ese medio, y hoy en día, continúan siendo buenos amigos.

Conforme los años han transcurrido, y como todo en la vida, el Mirc paso de moda y bueno, aparecieron otros chats, recuerdo que chateaba en “latin chat”, ICQ… y en aquel tiempo, Hotmail acababa de sacar el “Messenger”. Posteriormente aparecieron otras redes sociales, como Hi5, Tagged, Twitter, Facebook, de los cuales, estos dos últimos, son los que últimamente han tenido mucho auge, aunque, al menos para mí Facebook ya es viejo, pero no deja de ser el más atractivo, pues, como siempre, la curiosidad ajena mata y mata al gato y lo mejor, es que éste muere contento.

Así como hubo evolución en las diversas paginas de redes sociales, así evolucionó la tecnología al grado que ya, como todo mundo sabe, desde los celulares puedes estar navegando o bien checando las paginas sociales.

¿Hasta qué grado ha impactado toda esta evolución en la vida cotidiana? ¿Preferimos leer libros digitales que, sentir el aroma del clásico libro viejo? ¿Preferimos sentarnos a comer con nuestro Iphone o Blackberry, que con las personas con las que estamos conviviendo, las cuales son las que nos acompañan en nuestro mundo tangible? ¿Creemos tener la capacidad de estar platicando, tomando un café y a su vez estar verificando las actualizaciones o comentarios en las páginas de nuestros amigos cibernéticos?

Así como padres somos capaces de establecer límites a nuestros hijos, así, de esa forma deberíamos de establecer nuestros propios límites. Porque me aterra la idea de pensar que si en el 2010 vivimos pegados al celular y a nuestras redes sociales, no quiero pensar que el día de mañana, la comunicación de padres e hijos sea a través de correo electrónico.

No digo que esté en contra de estas páginas, definitivamente no. Pero en lo que si estoy en contra es en la carencia de límites y en la falta de actividad que llega a tener el ser humano y sobre todo que su energía, su mundo, lo concentra en un celular y en los comentarios de una red social, olvidando con ello la calidad en el tiempo de la convivencia familiar, o de amistad, o lo que sea… y da lo mismo comer con alguien, que comer solo.