Pedacito de luna

Solo soy yo. Mortal de espiritu libre, compartiendo un pedacito de mi.

(Me agradó este texto, el cual me fue enviado por correo electrónico, algo interesante y que vale la pena compartir)

El dolor existe, tanto el físico como el emocional. En este artículo no me referiré en ningún momento al dolor físico. El dolor emocional, se debe íntegramente a la no aceptación de la realidad. El sufrimiento, por el contrario, no tiene existencia, no es real: es exclusivamente mental, imaginario.

Si damos un golpe con un martillo en los dedos a varias personas, todas van a sentir el dolor, pero la interpretación de ese dolor, que es lo que llamaríamos sufrimiento, es distinta para cada persona. Y hablamos del mismo hecho.

Ante la muerte del padre en una familia, el dolor ante esa pérdida puede llegar a ser igual para todos los miembros, pero el sufrimiento va a ser de distinta intensidad y duración para cada uno de ellos. Y hablamos del mismo hecho.

El sufrimiento, y esto hay que tenerlo muy claro, es la interpretación que cada uno hace del dolor, y es lo que cada uno hace con ese dolor. Es la reacción casi lógica a la no aceptación de lo que sucede, y hasta cierto punto, desde el hecho de que somos sensibles y humanos, es comprensible; lo que no es lógico es la persistencia en el dolor alargándolo innecesariamente.

No nos afectan mal la alegría o las cosas buenas, porque no nos oponemos a ellas, porque sí las aceptamos; en cambio, las cosas desagradables, las que no queremos aceptar, nos oponemos a ellas, y eso es lo que produce el dolor.

Mi propuesta es sentir el dolor, cualquiera que sea, en toda su intensidad, hasta su extinción natural, porque no puede ser eterno. Además, no se debe alargar artificialmente a base de engancharse a él, y repetirlo, ni regodearse en el dolor y apegarse a él. No es bueno negarlo, ni insistir en auto-convencerse de que no nos afecta, porque sí nos afecta; en mayor o menor medida afecta, gracias a Dios, porque es bueno que uno tenga sentimientos.

Pero mi propuesta también es deshacerse lo antes posible del sufrimiento. Hay quien piensa que esto no es de personas, que esto es no tener la caridad cristiana de sufrir como sufrió Jesucristo, que esto demuestra falta de humanidad, o insensibilidad… No es cierto: esto demuestra auto-respeto, cordura, comprensión real de la situación, coraje para no engancharse al lamento, y reconocimiento de la responsabilidad que uno tiene sobre sí mismo.

Personalmente, prefiero sentir dolor, y sufrir un poco, antes que permanecer inafectado e impasible ante el padecimiento de los demás, o ante mis propias decepciones y fiascos, pero me niego a sufrir más allá de lo imprescindible.

Cuando nos sucede algo que calificamos como desgraciado, trágico, o muy duro, es correcto que sintamos dolor. Ese primer impacto del dolor, que nos puede afectar grandemente, es lo habitual y lo correcto.

No soporto cuando alguien está manifestando su dolor con el llanto y otro alguien se le acerca y le dice: “no llores…”; yo le digo, o pienso en decirle: “llora… llora todo lo que te apetezca, no te reprimas, no te guardes nada de tu rabia o tu dolor; maldice, protesta, golpea al aire o a una almohada; grita, blasfema, no te calmes antes de tiempo, permite que se manifieste, íntegramente y sin censura, todo tu dolor”.

Para deshacernos del dolor tenemos que dejarle que se exprese hasta el final, sin aplacarlo ni negarlo, aceptándolo; pero una vez que se ha expresado, hay que dejarlo ir, sin pretender sujetarlo, sin permitir que nuestra conciencia se oponga a esta acción de dilución, que es la adecuada.

Todo dolor lleva una lección implícita. Ese daño nunca es gratuito. Sólo el contactar profundamente con tu dolor te permitirá ver tu enseñanza.

Y una de las enseñanzas para todos, además de la personalizada, es que la búsqueda de la alegría, y la felicidad y el bienestar, es más importante que satisfacer a lo que pida dentro de nosotros más sufrimiento.

No aceptar la realidad, que es el origen del sufrimiento, puede deberse al hecho de aferrarse, como un masoquista imprudente, a la razón que para uno es válida de por qué hay que seguir en la imprudencia de sufrir más y más. El que una razón sea válida para uno no quiere decir que sea buena ni adecuada, por tanto conviene revisar por qué uno se empeña en prolongar ese estado. Y no hacerlo es señal de una crueldad intolerable para con uno mismo.

Estos son algunos de los síntomas asociados al sufrimiento:

Aflicción, auto-castigo, miedo, angustia, pesadumbre moral, inquietud, estancamiento, tristeza, sensaciones molestas, pena, congoja, depresión… ¿De verdad crees que todo esto es necesario?, ¿De verdad quieres todo esto para ti?, ¿Por qué?
Un ejemplo de razonamiento justificativo bastante habitual es: “Mi vida no es como yo quisiera”. Mi pregunta es: ¿Y crees que sufriendo va a cambiar?, ¿No es mejor desapegarte del sufrimiento y encauzar toda tu energía hacia el logro de la vida que sí quieres?

“Mi pareja no me ama” ¿Y piensas que sufriendo te va a amar más?, ¿Quieres amor o quieres lástima? Porque si te sobrepones al dolor y te conviertes en una persona valiosa, optimista, viva, serás más atractiva a los ojos del mundo entero.

Dice el diccionario que el sufrir es recibir con resignación un daño moral o físico… ¿Con resignación?, ¿Por qué?, ¿Por qué hay que resignarse?, ¿Por qué hay que conformarse con las adversidades?, ¿Para qué sirve? Dice que sufrir es resistir… ¿Para qué resistir?, ¿Qué sentido tiene resistir el daño cuando uno puede deshacerse de él? Dice que es aguantar, tolerar, soportar… ¿Y con esto qué se resuelve?, ¿Esto es necesario o es masoquismo?, ¿Realmente es imprescindible?, ¿Qué consideraciones mínimamente racionales avalan esta idea?
Pregúntate: ¿A quién le beneficia mi sufrimiento? A nadie.
¿Sirve para algo bueno? No.

Entonces… ¿para qué seguir sufriendo, si ya sabes que todo lo que te aporta es negativo?
El sufrimiento se puede deshacer con la razón, con la lógica, y con la convicción de que lo mejor que uno puede hacer ante el sufrimiento es preservarse, inmunizarse, por amor propio, por respeto a uno mismo, y porque es mejor sentirse bien que mantenerse en la prolongación redundante.

Los actos recomendables para relacionarse con el dolor y el sufrimiento son:
1 – Acepta todas las realidades o situaciones, aunque no sean de tu agrado.
2 – No pierdas el tiempo en sufrir.
3 – Serenidad y resolución.
4 – Admite esto: que sufras no es voluntad de Dios, ni es culpa del karma, ni se viene al mundo a sufrir, ni la vida es “un valle de lágrimas”.
5 – Si hay dolor en tu vida y es inevitable, acéptalo. Pero no sufras.
6 – Valora que es más importante preservarte que caer en sus garras.
7 – Este sufrimiento que ahora aparenta ser grande, algún día te parecerá pequeño, y te reprocharás que te haya afectado tanto.
8 – Cuando sufras, obsérvate en el sufrimiento. Te darás cuenta de que tú y el que sufre sois distintos.
9 – Actitud y pensamientos positivos.
10 – Elige dejar de sufrir. Decide que ya has sufrido bastante y “baja de la cruz”.

RESUMIENDO:
Esto está muy claro para quien lo quiera ver.
El dolor existe, tanto el físico como el emocional.
El sufrimiento, por el contrario, no tiene existencia, no es real, es exclusivamente mental, imaginario, y se puede alargar innecesariamente todo lo que se quiera. Hasta que uno decida terminar con él. Porque este es un asunto que sólo uno mismo puede resolver.
No pierdas la vida en sufrir.
Sufrir nunca está justificado.
Y no hay que darle más vueltas.

1. Quisiera permanecer todo el tiempo con esta venda en los ojos.
2. Quisiera inyectarle a mi cerebro la loca idea de que algún día cambiaras.
3. Quisiera pensar que me entiendes y me comprendes.
4. Quisiera sentirme única y especial.
5. Quisiera sentirme tranquila.
6. Quisiera tener el coraje para luchar.
7. Quisiera ser más independiente.
8. Quisiera ser creativa.
9. Quisiera luchar por mis sueños.
10. Quisiera creer en mí, saber todo lo que puedo hacer.
11. Quisiera confianza y seguridad.
12. Quisiera alguien caballeroso y protector.
13. Quisiera un trabajo estable.
14. Quisiera un bebe.
15. Quisiera una familia.
16. Quisiera una casa hermosa.
17. Quisiera una camioneta nueva.
18. Quisiera pagar todas mis deudas.
19. Quisiera poder ahorrar.
20. Quisiera gastar menos en cosas innecesarias.
21. Quisiera que mis papás me entendieran y no se metieran tanto en mi vida.
22. Quisiera gritar y llorar a cantaros.
23. Quisiera detener el tiempo y dejar de respirar.
24. Quisiera que no dejara de llover.
25. Quisiera una serenata.
26. Quisiera un beso.
27. Quisiera un abrazo.
28. Quisiera dejar de ser tan miedosa.
29. Quisiera ser valiente.
30. Quisiera dejar de absorber los problemas de los demás.
31. Quisiera que mi mamá no estuviera enferma.
32. Quisiera que mi hija no fuera alérgica.
33. Quisiera dejar de dormir menos.
34. Quisiera tener más iniciativa.
35. Quisiera escribir un libro.
36. Quisiera pintar un cuadro hermoso.
37. Quisiera aventarme de un paracaídas.
38. Quisiera que la gente dejara de meterse en mi vida, de criticar.
39. Quisiera hacer un viaje hermoso con alguien especial.
40. Quisiera contarte un cuento.
41. Quisiera decirte mi historia.
42. Quisiera que pudieras entrar a mi corazón.
43. Quisiera sentirme altamente enamorada.
44. Quisiera no dudar.
45. Quisiera certeza.
46. Quisiera atención.
47. Quisiera ser puntual.
48. Quisiera fuerza de voluntad.
49. Quisiera caminar desnuda en la arena de la playa y que solo la luz de la luna me acompañe en mí andar.
50. Quisiera hacer el amor.

Quisiera no poner tantas veces lo que quisiera, pero hoy, justamente hoy me abruma la idea de todo lo que quisiera y lo que no puedo tener.


Recuerdo que, cuando iba en primero de secundaria en la escuela Miguel Alemán, admiraba a Amaya Marichal. Era una niña popular, amigable, risueña, ocurrente, deportista, muy inteligente y buena alumna, sobresalía académicamente en todo y bueno en ese tiempo, agreguémosle que era novia de mi amorcito platónico de aquel tiempo “Mario Torres”.
Amaya siempre andaba corriendo, saltando, alegre, muy alegre. Conforme paso el tiempo cada quien tomó caminos diferentes, sin embargo, ella es una de esas personas que nunca olvidas y siempre te preguntas: ¿qué habrá sido de la vida de Amaya?


Pasaron muchos años y nunca me llegué a imaginar que un blog nos llegara a unir, que por un blog nos volviéramos a encontrar. Recuerdo que, gracias a la “Y” encontré el blog de Amaya y cuando tuve una buena oportunidad, me pase toda una madrugada leyendo cada uno de sus post. Parecía loquita riéndome sola en la madrugada ante tanta ocurrencia, también debo de confesar que aprendí de política y de sus buenas críticas, como solo ella las sabe hacer. Día a día, estaba al pendiente de una publicación de Amaya.


Esa madrugada que leí su blog, pude apreciar en todo lo que se había convertido. Una mujer luchona, de espíritu libre, imparable, ansiosa de aprender, devoradora de libros, amante de la política, una mujer creativa, ocurrente, apasionada del diseño, tejedora de hermosas bufandas, protectora de animales, amiga, esposa y hasta hace dos meses madre.


Si tu, querido lector, estás leyendo estas líneas, te sugiero que entres a su blog y conozcas un poco mas de ella y sepas de lo que te hablo. Te puedo hablar de la fuerza que ha tenido y a todo lo que se ha tenido que enfrentar desde que comenzó con la parálisis facial. Hoy, Amaya lucha como toda guerrera con uñas y dientes para vencer el Cáncer que se ha apoderado de varias partes de su cuerpo. Hoy, Amaya se aferra a la vida, pues un bebecito de apenas 2 meses de nacido la necesita en su mundo, en el Mundo que Amaya creo para él. Hoy, querido lector, Amaya Marichal necesita de ti, de mí, de nuestra ayuda para poder continuar con su lucha contra el Cáncer. Hoy, Amaya Marichal lucha por su vida y con tu ayuda podemos hacer su lucha todo un éxito.



Luna Quisan.

12-enero-2011

Multipliquemos fuerzas para Amaya y recuerda que “los granitos de arena forma montañas”.

¿Quién soy?

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Mexicana de corazón, Mexico
Solo soy yo. Mortal de espiritu libre, enamorada del amor. De cabecita loca, corazón de pollo y mariposas en el estomago. Esta soy yo, la que piensa, habla, siente, vive, disfruta, llora, se emberrincha, ayuda, sueña... pero sobre todo, la que nunca deja de sonreir.
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Ya los viiiiii

Sobre el mar se eleva una luna espléndida.
Tú y yo la contemplamos desde dos extremos de la tierra.
Lamento que la noche sea muy larga y desvelado, te añoro apasionado.
Apago la lámpara: la luz de luna me encanta llenando todo mi cuarto.
Me pongo la capa y salgo.
Siento el rocío muy denso.
Me entristece no poder recoger un puñado de luz y ofrecértelo. Regreso y me acuesto.
Ojalá te vea en el sueño.


Zhang Jiuling