
No soy la de ayer, la que vivía en intensidad, la que amaba la oscuridad y daba ricos besos nocturnos en primavera, no soy más aquella mujer frágil, sensible y llorona, aquella que cerraba los ojos y se dejaba llevar por la locura del amor. ¡Si! Aquella poeta loca que se embriagaba de su imaginación, envuelta en deseos desenfrenados, aquella mujer que bailaba bajo la lluvia y disfrutaba de la luz de la luna; no soy más esa mujer que miraba aquellos ojos claros y se acurrucaba en un deseo, en un momento de pasión extrema... la que jugaba, hacia berrinches, travesuras, la que se escapaba de la realidad y jugaba a los desafíos prohibidos del amor.
No la extraño, pero cuando pienso en ella, la recuerdo con una enorme sonrisa, una sonrisa que expresa haber disfrutado intensamente bellas etapas de la vida. Y, si a eso no se le llama vivir y disfrutar, ¿Cómo se le llamará?
No la extraño, pero cuando pienso en ella, la recuerdo con una enorme sonrisa, una sonrisa que expresa haber disfrutado intensamente bellas etapas de la vida. Y, si a eso no se le llama vivir y disfrutar, ¿Cómo se le llamará?